viernes, 1 de octubre de 2010

Anecdotario Aeronáutico - 2. Lo que no permite un general, lo autoriza un teniente

Lic. Antonio Luis Sapienza Fracchia (*)

  Desde 1967, había estado practicando el hobby del maquetismo estático. Recuerdo que mis padres me regalaron mi primera maqueta, un Hawker Hunter de Airfix en escala 1/72, que habían comprado en la casa Wiske y Cia. de la calle Palma. Las maquetas se fueron sucediendo y luego de casi 20 años, llegué a tener una colección de unos 250 aviones a escala. Como la mayoría de los maquetistas, por mucho tiempo, armaba las maquetas y las pintaba según las instrucciones de la caja. Un día me pregunte: ...”¿Y si armo maquetas paraguayas?...; así empezó a nacer mi interés hacia la Aviación Paraguaya, hace ya más de 30 años. La idea era sacar fotos de los aviones reales y luego pintar las maquetas de la misma manera. Bueno, con las aeronaves comerciales no habría problemas, pues bastaba ir al Aeropuerto con cámara y listo; El problema eran los aviones militares. Además, no sé si para complicar más las cosas, me picó el bichito de investigar más sobre la historia aeronáutica paraguaya.

  Por aquel entonces, un colega mío de la institución donde enseño inglés, Mario Bogado, paracaidista, sabía de mi hobby y un buen día, me invitó a la Base Aérea de Ñu-Guazú. Él tendría una entrevista con el Comandante de la Aviación Militar y aprovecharía el encuentro para comentarle de mi intención de sacar fotos de los  aviones militares. Llegamos a la Comandancia y Mario me aconsejó que le esperara allí, en la antesala. La espera fue larga y luego de hora y media, apareció mi colega con no muy buena cara. Sin preguntarle nada, me imaginé la respuesta del general. Saliendo de la Base, me comentó que el general le había dicho textualmente lo siguiente: ...”¿Para qué su amigo quiere sacar fotos y escribir sobre nosotros?, que somos taannnn pobres y que lo que tenemos no vale la pena publicar”...; Le dije a Mario que no se preocupara, ya que de alguna forma conseguiría las fotos.

  Pasaron algunos meses. En Diciembre de 1986, iniciaron su curso de inglés en el CCPA dos jóvenes tenientes de la Aviación Militar, siendo justamente el autor de estas líneas asignado al curso. Pronto ambos tenientes se dieron cuenta de mi pasión por la aviación y no dudaron en invitarme a conocer la Base Aérea. Al comienzo, me daba la sensación que dicha invitación era nada más que un cumplido, ya que yo era el profesor y ellos querían agradarme. Bueno, pasaron un par de meses y en Febrero de 1987, nuevamente mi amigo Mario me invita, pero esta vez a volar en un Cessna 180 de la Asociación Paraguaya de Paracaidismo Deportivo (APPD). Era un sábado a la tarde y en aquel entonces, la Aviación Militar proveía de combustible y de pilotos a los paracaidistas deportivos, por lo que despegamos  del Aeropuerto Internacional de Asunción e inmediatamente aterrizamos en la Base Aérea para cargar combustible. Mario, muy respetuoso, me dijo que no sacara fotos de nada en la base sin hablar primero con el teniente de guardia. Crucé los dedos y nos dirigimos a la caseta de guardia y, oh!, ¡sorpresa!, el oficial era justamente uno de mis alumnos. Gratamente sorprendido por la visita, me preguntó si quería recorrer los hangares y sacar algunas fotos, con la condición de no publicarlas. Uds. se imaginarán cómo me sentía. Lo que sí es que recorrimos unos seis hangares y mi dedo no se desprendía del obturador de la cámara. Me di una “panzada” de fotos de “padre y señor nuestro”: T-6, T-23, T-25, Beaver, Bell UH-1B, Hiller UH-23, Cessna 206, Cessna T-41.

  Si el Comandante se enteraba, no me imagino el destino que hubiese tenido el pobre teniente. Jamás se enteró y hoy aquel teniente es un flamante Coronel de la FAP con el que nos reímos de aquella “intrépida” hazaña de hace casi dos décadas....

 (*) Historiador Aeronáutico

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