Un hecho que me impresionó profundamente fue el respeto que tenían nuestros soldados a sus jefes. Recuerdo que en una ocasión, allá por 1933, estaba en la pista de Nanawa, donde se encontraban estacionados tres Potez 25 TOE.(1) Yo estaba asimilado al rango de Teniente y estaban a mi cargo algunos ayudantes mecánicos y varios soldados que se encargaban de mover las aeronaves de lugar. Para evitar que los Potez sean vistos por la aviación enemiga, se preparaban unos “escondites” en pleno monte al costado de la pista. La vegetación era tan densa, que cortando las ramas inferiores de los frondosos árboles, se podía esconder las aeronaves. Eso hicimos en Nanawa. Ocurrió que se presentaron varios Curtiss Osprey bolivianos y empezaron a arrojar bombas en la pista y en el monte, lo que causó un incendio. Para evitar que las llamas destruyeran los entonces nuevos Potez 25 TOE, ordené a los soldados que los movieran de lugar. Los “bolí”, como les decíamos, se dieron cuenta y siguieron arrojando bombas. Cuando éstas silbaban en su caída, todos corríamos hasta algún hoyo producido por la detonación de alguna bomba, para protegernos. En la nueva andanada de bombas, las aeronaves paraguayas se salvaron por milagro; Corrí hacia el cráter de una bomba y me arrojé dentro; Segundos después, uno de los soldados también ingresó al hoyo; Al verme, se sorprendió e inmediatamente salió a buscar otro pozo, mientras más bombas explotaban cerca. Ni siquiera tuve tiempo de decirle que se quedara; Apenas salió, cayó una bomba cerca, que prácticamente me sepultó con tierra. Cuando todo había terminado, salí del hoyo y lo que vi no pude olvidar nunca más; El pobre soldado, apenas salió del cráter fue alcanzado en pleno por una de las bombas muriendo destrozado. Quizás lo último que pensara antes de morir fue que él no podía estar en el mismo pozo que un oficial.
(*) Ex-Jefe de Mantenimiento del Arma Aérea Paraguaya durante la Guerra del Chaco.
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